jueves, 8 de octubre de 2020

Las dificultades emocionales de la vuelta al cole en tiempos de Covid-19: los docentes


Sin duda alguna está vuelta al cole está siendo una de las más difíciles y convulsas de todas las vividas hasta el momento.

En plena crisis sanitaria, y con un largo confinamiento de por medio, son muchos los interrogantes y dificultades que los miembros del equipo docente se están encontrando en este anómalo retorno al puesto de trabajo.

Algunos de los más relevantes podrían ser:

¿serán las medidas organizativas implementadas suficientes para prevenir el contagio en un contexto tan interactivo como es el aula?

¿Se cuentan con suficientes recursos humanos y materiales para garantizar la seguridad?

Si se da un positivo en el grupo ¿Cómo conviene proceder? ¿son las indicaciones propuestas por el protocolo suficientes para hacer frente de forma efectiva al contagio?


¿Cómo resultará la implementación de clases presenciales teniendo en cuenta las limitaciones en la comunicación no verbal y paraverbal que conlleva el porte continuado de la mascarilla?

¿Nos volverán a confinar? Y, si es así, ¿tenemos todos los recursos preparados y disponibles para hacer frente a la docencia online?

En definitiva, en este inicio de curso tan confuso y cambiante, se suceden un considerable número de preguntas e incógnitas cuya resolución no es inmediata y depende, en gran medida, del paso del tiempo y de la adaptación de toda la comunidad educativa a los retos que progresivamente van apareciendo en este contexto de “nueva normalidad”.

En este sentido, no es de extrañar que aparezcan reacciones emocionales adversas hasta ahora desconocidas por muchos docentes y que, en función de su intensidad y duración, pueden afectar significativamente su estabilidad personal y rendimiento laboral

¿Qué entendemos por reacciones emocionales adversas?

Se trata de expresiones emocionales que, si bien son adaptativas y por tanto naturales, mantenidas durante un periodo prolongado de tiempo y confrontadas de forma equivocada, pueden derivar en otras problemáticas psicosociales más graves.

 En concreto hablamos de:

Miedo

Esto es, miedo a la incertidumbre en un entorno social y laboral que no nos asegura nada ni nos aporta claves infalibles para la planificación de nuestra actividad profesional a medio o largo plazo.

Miedo a contagiar y ser contagiado. En el caso de un docente que esté a cargo de un grupo, dicho miedo se acrecienta aún más si cabe por la inherente responsabilidad que él tutor tiene sobre la seguridad de todo el alumnado a su cargo.

Miedo al desempeño de las funciones docentes. En concreto hablamos de la inseguridad que se puede experimentar a la hora de desarrollar tareas eminentemente prácticas o cuando se pongan en marcha proyectos grupales que requieran de un mayor grado de interacción. En definitiva, miedo a desarrollar tareas escolares que, si bien son necesarias, comprometan la seguridad del alumnado

Estrés

No es de extrañar que un entorno profesional tan cambiante y con tantas tareas y consideraciones a tener en cuenta, puedan aparecer síntomas de estrés entre el profesorado. Es decir, sensaciones de agobio o de “ahogo” subjetivo (especialmente tras llevar la mascarilla durante horas), pensamientos negativos recurrentes del tipo “no voy a llegar a todo”, “no puedo lidiar con tanto” o sentimientos de indefensión y vulnerabilidad constantes.

Tristeza

Emociones como la apatía, el estado de ánimo bajo o fluctuante, los episodios de llanto espontáneos desencadenados por acontecimientos aparentemente triviales etc. pueden aparecer en mayor medida en este contexto de Nueva Normalidad donde sentirnos “superados por las circunstancias” es un proceso normal y congruente con la realidad vivida.

Rabia

Con rabia nos referimos a reacciones de enfado o irritabilidad que, o bien se mantienen más o menos estables en el tiempo o bien se desencadenan rápidamente ante cualquier obstáculo y dificultad que pueda presentarse.



¿Qué podemos hacer ante estas reacciones emocionales adversas? ¿Cómo podemos lidiar de forma efectiva con ellas?


La primera consideración que cabría tener en cuenta es si estas reacciones emocionales son puntuales y aisladas o están afectando significativamente a todas las esferas de la vida (personal, familiar, social y laboral). Si la extensión del problema es mayor, no cabe duda de que lo más es acudir a un profesional que pueda orientarnos y ayudarnos a reconducirlo de forma más efectiva.

Si su nivel de afectación en menor podríamos a atender a algunas pautas básicas de autocuidado como son las siguientes:

 

ACEPTAR NUESTRAS EMOCIONES

Por muy  difíciles que resulten, todas las emociones que experimentamos tienen una razón de ser y un propósito concreto. Por ello, conviene invertir un poco de tiempo en:

·         Identificar cómo nos sentimos

·         Tratar de averiguar cuál puede ser el causante más evidente

·         Aceptar esta emoción y aprender a vivir con ella sin angustia ni preocupación y sabiendo que es un proceso totalmente normal

REALIZAR PLANES DIARIOS ADAPTADOS A NUESTRA REALIDAD

A la hora de convivir con la incertidumbre y las demandas cambiantes del ambiente es fundamental plantearnos objetivos pequeños y realizables y no generar expectativas o propósitos demasiado ambiciosos que no vamos a poder cumplir.

Con ello evitaremos las sensaciones de frustración ante metas no cumplidas o de indefensión ante un entorno complejo que no llegamos a controlar

EVITAR LAS DRAMATIZACIONES

Preocuparnos por las incógnitas o las dificultades que van apareciendo en nuestro día a día no debe convertirse en una fuente constante de pensamientos negativos, anticipaciones catastrofistas y asunciones equivocadas de la realidad.

Por ello , es conveniente invertir un tiempo en relativizar las problemáticas de forma constructiva. Esto es :

- Analizar los obstáculos que están surgiendo

- Determinar qué pasos o acciones conviene realizar para solucionarlos

- Si exceden a nuestro control , derivar la situación al recurso oportuno

EL CARÁCTER TEMPORAL DE LA SITUACIÓN

Si el miedo a la incertidumbre y el descontrol nos genera mucha angustia y ansiedad, debemos tener en cuenta el carácter temporal de las circunstancias .

Es decir, habrá que improvisar y sortear los obstáculos hasta que la realidad nos permita retomar nuestras expectativas y formas organizativas habituales.

INVERTIR EN NUESTRO PROPIO AUTOCUIDADO

Una buena forma de confrontar adecuadamente las dificultades diarias y evitar nuestro desgaste personal y emocional es, precisamente, invertir tiempo en nuestro propio autocuidado. Es decir:

 1.  Preservemos nuestros hábitos y espacios de esparcimiento personal para favorecer la desconexión real y la auto preservación emocional.

2. Incluyamos estrategias efectivas de relajación en nuestra rutina diaria como son la respiración diafragmática, la relajación muscular progresiva o prácticas más complejas y profundas como el mindfulness o el yoga.

 



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